domingo, 3 de noviembre de 2013

Prego, Italia en el Hemisferio Sur

Si, seguimos vivos. La cosa no es otra que la poca constancia que he tenido para casi todas las cosas de esta vida. Las razones oficiales para abrir un Blog basado en las paranoias gastronómicas de un tío inadaptado y poco después, pasar de él, después de 4 posts y dar la chapa por Twitter, son varias, y ademas pueden ser verdad perfectamente. Podría decir que me casé y la boda no me dejó vivir, podría decir que en mi primer año de trabajo en mi nueva empresa no me ha dejado tiempo para nada, o que los cursos de alemán me quitan casi todo mi tiempo libre. Sin embargo, la verdad del asunto es, que boda la ha organizado mi mujer y yo hice ni el huevo, mi primer año de trabajo en este país ha sido de lo más Relaxing Cup of Café con Leche, y después de un año sigo sin tener ni puta idea de Alemán. Así que nada, vagancia y seriedad nula. Aquellos que me conocen saben que esa es la verdad. Sea como sea, me levanté esta mañana, me dí cuenta que era Sábado, y eran las 8:00 de la mañana y yo tenia los ojos como platos (nos os engañéis amigos, este es el primer signo autentico de vejez que vais a sufrir), decidí hacer algo de provecho como hombre casado que soy. Me levanté, me pesé en frente del espejo, y esos 87,5 kg que marcó la bascula, junto a la imagen de mi panza contenta, cada vez más curvilínea, me recordaron que soy un gordo Fartón, al que le mola comer, así que para celebrar que ayer hice primer año en este maravilloso país lleno de Suizos honrados y políticos corruptos del Partido Popular, decidí contar alguna de las experiencias de gordura que me han hecho llegar a esos 87,5 kg.

Empezaré la resurrección del Blog por una de las experiencias gastronómicas de mi Luna de Miel. Mi reciente mujer y yo nos fuimos a celebrar nuestro amor a la lejana Nueva Zelanda y a la aún más lejana Bora Bora. El Post de hoy trata de una de las farturas en el primer destino. Nueva Zelanda es un país impresionante, sin embargo en lo que a la gastronomía se refiere, han heredado bien la cultura culinaria británica. Esto no es más que una manera elegante de decir que la gastronomía neozelandesa es mayormente una mierda. Por qué? Pues es curioso pero, por un lado tienen unos productos fuera de serie, la carne, por ejemplo, es algo brutal. No hay más que ver el entorno y los pastos. Vacas, ovejas, cabras y ciervos son los animales que se ven por doquier en las dos islas, y se les ve perfectamente pastando día y noche en campos verdes impresionantes, los cuales carecen de la más mínima contaminación ambiental. Eso suele ser garantía de que la carne es mucho más sabrosa, tiene mejor color y textura. Aplicando el mismo principio, la verdura es igualmente buena. Y que decir del pescado y los mariscos. Uno mira las aguas del Pacifico o del Mar de Tazmania y puede su inmensidad y su limpieza. Los enormes y jugoso Mejillones de Labios verdes (foto a continuación) y el tamaño y sabor de sus pescados es la prueba.


Resumiendo, tienen la base de todo buen comer, un producto estrella. Sin embargo les da por joderlo a base de rebozados aceitosos y gruesos, y salsas de mierda que no hacen otra cosa que disfrazar el sabor de la carne o el pescado. Por no decir que la sofisticación de sus platos es, como mucho, ponerte una servilleta de papel al lado.

Así pues, en un viaje en caravana y aventura, hubo pocas oportunidades para comer bién. Intentaremos citarlas poco a poco durante las próximas semanas. Hoy hablaremos de una de nuestras cenas en la ciudad mas civilizada del país, Auckland. Después de días de paisajes, volcanes, géisers, aguas termales, costas, focas, leones marinos, pingüínos, ciudades desoladas por terremotos y desprendimientos de rocas en la carretera con victimas mortales; llegamos a Auckland, cuidad con todas las comodidades que no se pueden encontrar en el resto del país. Estábamos impacientes por salir a cenar a un sitio "fancy" y disfrutar de un auténtico momento romántico de Luna de Miel. Que hacer cuando quieres cenar bién en una cuidad que no conoces? Fácil, Trip Advisor y guía Lonely Planet. Esta combinación no me ha fallado hasta la fecha. Primero localizamos una zona de restaurantes y bares para después de comer liarla un rato. Esta zona se llama Ponsonby. Ponsonby es la típica zona de salir pijiguay que hay en cada cuidad. A mi me recordó un poco a la zona del Trastevere de Roma, mucho restaurante y bares pijillos. Pusimos rumbo a Ponsonby con dos o tres candidatos pensados ya que, en esta zona, un Viernes por la noche, olvídate de poder reservar. El sitio elegido fue el Prego, un restaurante italiano. Teníamos ganas de algo de comida de calidad. Llegamos, pedimos mesa para dos, y en cuestión de 15 minutos nos sentaron. La decoración no era nada del otro mundo, correcta. Al fondo tenían una barra de cóckteles que se curraban bastante y tenían muy buena pinta. La nota cutre para mi fueron las sillas, que eran de jardín, y estamos sentados dentro. El servicio fue muy amable y eficaz, cosa que consigue que a mi la comida me sepa aún mejor.

La elección fue un primer plato para compartir, a los dos nos convenció el Vitello Tonnato (si es que se escribe asi). Aquí lo podéis ver:


Plato exquisito. Carne de ternera joven y atún rojo marcado, servido con una salsa muy parecida a la mayonesa y alcaparras fritas. Estaba cojonudo. Como dije antes, el producto que aquí tienen, es algo espectacular, y si no lo joden, como fue el caso, es difícil que el plato decepcione.

Ya que de segundo pedímos Rissoto y Gnocci. Ya que estuvimos casi a botella de vino blanco diaria durante el viaje en Autocaravana, nos dio por pedir un Chianti, Bonacchi, cosecha de 2007, un pelín caro, y también servido un peílin caliente, cosa que no se porqué, pero es bastante habitual en los restaurantes italianos. No me refiero tanto al precio como al tema de la temperatura del vino. Es bastante curioso que en un país como Italia, como esa enorme tradición vinícola, no tengan ni puta idea de a que temperaturas servir los vinos...

De segundo Bonnie se pidió unos Gnocci tricolori:



Los Gnocci eran caseros y estaban muy buenos. Venían con una salsa de tomate para mi gusto un poco cruda, pero bastante buena, y en el medio una bola de una mozarella muy cremosa, parecía burrata.

Yo me pedí el Rissoto a la Zucca, un rissoto con calabaza y nuez sencillamente espectacular:


Tanto las raciones de Rissoto como de Gnocci fueron más que correctas, y estaban exquisitas. Además los camareros tras servir cada plato vinieron frecuentemente a preguntarnos si estaba todo correcto, detalle de restaurante de calidad.

Aún después de acabar llenos, como unos gordos y en ese punto ya eramos presa del vino, pedimos postre, como no. Nos decidimos por el Tiramisú, y ya puestos, un par de copas de vino de postre: un Riesling de la zona de Malborough, zona por la que nos hicimos un "tour" de vinos.


El Tiramisú era bastante curioso ya que venía presentado en un vaso. Sea como fuere estaba muy bueno y no tenía el defecto habitual que tienen muchos Tiramisú que se comen por ahí, tenía el gusto justo a café, ni poco ni mucho.

Ya con un ciego aceptable pedimos la cuenta. Nos soplaron 163 NZD, que son unos 110 eurazos. Cierto es que para el estándar español es un sablazo de los buenos, pero para la zona y el país en el que estábamos, este precio, con esta calidad de comida estaba más que bién.

Resumiendo, una cena que nos hizo disfrutar de lo que es comer en un país en el que este aspecto es, podría decirse, de los peores. Y que nos hizo agarrar un ciego de esos tan ricos como la comida en si.

Si alguna vez pasáis por Auckland, no os olvidéis de ir a cenar a Ponsonby, y si podéis, no dejéis de ir al Prego!

Ciao!