domingo, 16 de diciembre de 2012

Exquisito sablazo en Lumière

Todo español con un mínimo de paladar y mundo sabe que, cuando se sale de España y se quiere comer o cenar hay que estar preparado para dos posibles eventualidades: que no encuentres comida de tu agrado, y que la minuta te deje la tarjeta temblando. Si hablamos concretamente de Suiza, lo primero no pasa tanto, pero al contrario hay un exceso de lo segundo, especialmente en lo referente al precio del vino (no tanto de la cerveza).

El pasado Sábado 8 de Diciembre salimos a cenar en Zürich bajo una intensa nevada. Y como somos de “pico fino”, buscamos un sitio bueno, es decir, caro (bueno, caro para el estándar español, ya que aquí en Suiza, gastarse 200 eurazos en cenar es “pecata minuta”.

Bien, el restaurante elegido fue Lumière, un restaurante francés con una fusión argentina (que no entendí muy bien); de tamaño medio y en la zona antigua de la cuidad, que tenía bastante buena pinta. Fundamental la reserva un Sábado noche en Zürich, especialmente en un buen local, si no te iras a cenar a tu casa seguramente. Llegamos puntuales y nos sentaron rápido. Un sitio muy bonito, con una decoración sobria y clásica que hacía un ambiente acogedor. Sin embargo nos sentaron en una mesa raquítica que hacia esquina, y debajo de la cual mis rodillas y enormes pies no hacían otra que chocar con las piernas de mi novia, cosa que una vez en casa y puestos en “faena” está muy bien, pero que para estar a gusto cenando me toca las narices bastante, vamos que me sentí como cuando uno se sienta en el asiento de una Low-Cost.

Los camareros, muy atentos y correctos durante toda la velada, mitigaron mi mosqueo por esa sensación claustrofóbica. Nos trajeron las cartas, todo tenia una pinta genial. Una carta ni larga ni corta, muy clara y en la que todo era apetecible. Y aquí el detalle que más me llamo la atención de la noche, al final de todo detallan de donde proviene cada carne y adjuntan una serie de características:


Digamos que flipé con el hecho de que te digan que una de las carnes que sirven puede llevar hormonas y otras mierdas. De que se trata? Come la carne Suiza y no te comas la Argentina? Si es así pueden hacer dos cosas, o bien no sirves carne Argentina, o bien ponla más cara, pero en ningún caso digas que puede ser como pegarle un bocado al cerebro de Rafa Mora. Vamos digo yo. No obstante, consulté el tema por la red social con un reputado chef Español, y me dejo claro que es posible que esto se deba a un tema de normativa. Y oye, de ser así, me parece cojonudo, pero yo personalmente, si fuera el dueño, ante la disyuntiva de vender carne tratada con todo tipo de mierda poniéndolo en el menú, o no venderla, opto por lo segundo.

Dicho esto nuestra elección fueron dos primeros y dos segundos. Primero unos langostinos a la plancha con una salsa especial para mi novia, y para mí una ensalada de Brie fundido con una vinagreta de frambuesa, acompañado de unas copas de Celeste, un Ribera de Duero muy recomendable. Tanto los langostinos como la ensalada de Brie, estuvieron exquisitos. Los langostinos eran grandes, carnosos y estaban bien pasados. No tenían nada de arena y los sirvieron ya pelados. Y qué decir de la ensalada. Si, vale, era una puñetera ensalada, de Brie, nada de otro planeta, pero tenía una vinagreta de frambuesa sencillamente brutal. De hecho estaba tan buena que si me la traen en un cuenco me la como a cucharadas.

De segundo pedimos dos platos de carne. Mi novia se pidió un corte de carne sin hormonas cocinado con trufa negra, bien pasado (un pecado en mi opinión), y yo me pedí la especialidad de la carta, el Solomillo “Cafe du Paris”, y lo pedí al punto. Un señor plato. Bueno, la carne con trufa estaba de escándalo, pero el festival fue mi Solomillo. Un plato servido en una cazuela caliente, y que se compone de una carne a la brasa y fileteada, y que a su vez cocinan un rato al horno con una salsa tipo bechamel con un toque de hierbas aromáticas, un de ellas Romero, ingrediente que no se ve mucho y que, si se sabe combinar en su justa medida de la a los platos un toque muy sabroso. Ambos platos acompañados de un puré de patatas muy cuidado, cremoso y ligero, combinación perfecta para dos platos contundentes.
Las raciones de los primeros y los segundos fueron muy generosas, tanto que, un “tragaldabas” como yo que le va el dulce como pocas otras cosas en la vida, no fue capaz de pedir postre, aunque reconozco que tuve unos segundos de duda sobre si me hubiera metido la Creme Brulee o no.

Felices como perdices pedimos la cuenta, y ahí es donde vino el escozor. Por qué? Pues por los 200 francos de la minuta. Así en frio, suena a sablazo de los buenos, pero con un poco de perspectiva, teniendo en cuenta aspectos como el país, la cuidad, el restaurante, y sobre todo lo tremendamente bien que comimos y lo bien que fuimos atendidos, no me dolió pagar dejando una buena propina.

Resumiendo, sitio de calidad y recomendable, no apto para aquellos que miren demasiado la peseta, y muy apto para los que saben apreciar los detalles de una comida de calidad, y el exceso de sinceridad en la carta.

Solo un consejo, si os da por ir, aseguraros de que no os pongan en puta mesa de la esquina.

Que aproveche!

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